Inmortales no, eternos

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. (Jn, 3, 16)

¿Has pensado alguna vez en la vida eterna y cómo funciona la salvación? Aun a sabiendas de no ser teológicamente preciso, mi yo ingeniero imagina un proceso con los siguientes pasos para llegar a la eternidad:

  1. Dios Padre en su Reino cuenta con una cantidad inagotable de “esencia” de alma que va inyectando en pequeñas cantidades cada vez que hay una fecundación en el mundo. (ojo, fecundación que no nacimiento).
  2. Esta esencia que Dios inyecta es la que genera nuestra alma y va madurando durante nuestra vida terrena en el seno de nuestro cuerpo en un entorno más o menos hostil, que la pone a prueba y la fortalece.
  3. Al finalizar nuestra vida, Dios recupera esta esencia “madurada” y decide qué hace con ella. Si ha madurado de manera pura, la reintegra de manera eterna. Si es recuperable pero no está limpia del todo, pasa un tiempo en el purgatorio preparándose para el proceso de reintegración. Si no es recuperable, la desecha directamente.
  4. Al final de los tiempos, el Señor hará balance y todas estas almas reintegradas se vuelven a asociar a sus cuerpos gloriosos y vivirán en la eternidad con Dios.

Me gusta pensar que este proceso (o algo similar) lo tendría Dios preparado desde el principio como parte de su diseño original de la humanidad, pero solo quedó habilitado con el sacrificio de su único Hijo. Así, Jesucristo no sólo hizo este camino posible, sino que nos regaló también la fuerza (el Espíritu Santo) y las instrucciones (su evangelio) para recorrerlo.

La clave de este proceso de salvación se recoge claramente en Jn 3,14-16 (Juan Pi para los amantes de las matemáticas) y se plasma de manera sobresaliente en esta escena de “The Chosen”, cuando Jesús se lo explica a Nicodemo. En este pasaje, central para entender la misión del Señor, creo que hay tres matices en los que vale la pena incidir:

  • Jesucristo, al morir en la cruz, (destacada en rojo en el diseño en la T de «eternity») cura, a todo aquel que le mira con fe, de la mordedura del pecado que mancha su alma. Esta oferta es gratuita y está en pie hasta el último momento de nuestra vida como le demostró al buen ladrón en la cruz.
  • Dios, que no te pidió permiso para crearte si te lo pide para salvarte. Esta frase de San Agustín que he usado ya otras veces es plenamente relevante aquí: Aunque Dios hace que su único Hijo (por eso el 1 en el diseño en vez de una i) muera por nuestros pecados y nos abra una vía de salvación, nosotros, con su gracia, y desde nuestra libertad, debemos optar por aceptarla o rechazarla.
  • Creer en Jesucristo implica actuar de manera acorde. Ser cristiano no practicante tiene el mismo sentido que ser vegano no practicante o deportista no practicante. ¿No te parece?  Una parte fundamental de esta actuación acorde es dar testimonio de Él para conseguir sumar la mayor cantidad posible de “esencia madurada” útil para la eternidad. Esto nos lleva primero, a dar gracias por todas las personas que Dios nos ha puesto en el camino de las que hemos recibido el testimonio de la Luz, para después exigirnos que también nosotros hagamos lo mismo con nuestro “prójimo”. (Esto se ha representado en el diseño en la sensación de transparencia del diseño que permite que la luz lo atraviese)

Espero que te haya gustado este diseño, bastante sencillito esta vez, y lo luzcas con orgullo para dar testimonio vivo de que nuestro objetivo en esta vida no es ser inmortales sino llegar a ser eternos.


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