Porque donde está tu tesoro ahí estará tu corazón (Mt 6, 21)
La vuelta a las rutinas tras el verano siempre nos invita a reorganizar un poco nuestra vida y nuestra agenda, desde la logística escolar hasta el sacar tiempos para los nuevos proyectos o actividades que nos hemos propuesto empezar tras el verano. Tras una elección siempre hay una renuncia porque nuestro tiempo y nuestra energía son limitadas y por eso cuanto más relevante en la elección más relevante es asegurarse que se toma de manera responsable, consciente y, sobre todo, comprometida.
Lamentablemente, el mundo hoy nos invita a vivir sin necesidad de renunciar a nada, a ir picando de aquí y de allá a ratos y legisla que todas nuestras elecciones o bien pueden tener caducidad o bien son reversibles. Incluso aquellas que a priori parecerían “para siempre”, hoy se han transformado en “por ahora” o “mientras dure”.
La pregunta a la que lleva este diseño es: ¿De qué estoy “llenando” la agenda de mi vida? ¿A qué parte de mi vida (y de mi alma) estoy dedicando más esfuerzo? ¿Trabajo para salvar mi vida o trabajo para salvar mi alma? ¿En base a qué voy tomando mis decisiones más vitales? Creo que este discurso de graduación del gran José María Rodríguez Olaizola sj en la Univ. Comillas puede daros algunas pistas de cómo responder a estas preguntas desde una perspectiva pragmática a la vez que llena de sabiduría.
Sin embargo, ¿Cuál es la gran decisión de nuestra vida realmente? Probablemente una que pensemos que no es una decisión: Creer o no en Jesucristo y aceptar o no desde nuestra libertad, su oferta de salvación. Como decía San Agustín, “el Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, así que “elige sabiamente» (Choose wisely) no solo pensando en salvar la vida (de ahí el salvavidas) sino también en salvar tu alma, creyendo en Jesús, nuestro Dios, y alimentándote de Él en la Eucaristía.
Como esta decisión lleva implícita una fidelidad a lo largo y ancho de nuestra vida para ser fieles testigos del amor de Dios en formato 24 x 7, necesitamos buscar que nuestras acciones acaben siendo, como reza el lema jesuita, para mayor gloria de Dios (A.M.D.G.=Ad maiorem Dei gloriam) usándolo como un criterio para ir repartiendo los slots disponibles de nuestro día a día. ¿Te atreves a ponerlo en práctica?
Si además de practicarlo, quieres compartirlo puedes hacerlo con los múltiples productos de nuestra tienda online donde puedes encontrar este diseño.
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