No nos dejes caer en la tentación.

El demonio se marchó hasta otra ocasión. (Lc 4, 13).

Hay muchas tentaciones hoy que nos intentan apartar de la voluntad de Dios y nos empujan hacia los instintos más básicos de nuestra condición humana. Esto le ocurrió también al mismo Jesús. Su fortaleza humana para seguir su misión como Hijo de Dios fue puesta a prueba al menos en dos ocasiones de manera muy explícita: La primera en el desierto, antes de comenzar su misión y la segunda en Getsemaní, horas antes de acabarla. Estas 4 tentaciones (3+1) siguen siendo muy relevantes hoy:

  • Convertir las piedras en pan implica olvidarse de la dimensión espiritual de la persona. Esta tentación nos hace mirar solo nuestra dimensión material y nos olvidamos de cuidar y alimentar nuestra alma.
  • Tirarse del alero del templo para demostrar nuestra importancia. Esta tentación se alimenta de nuestra soberbia y orgullo, haciéndonos creer que somos superiores frente a otros. Esto nos hace olvidarnos de ser humildes ante los demás y ante Dios.
  • Arrodillarse delante de para conseguir poder, en forma de (pon aquí lo que quieras). Esta tentación nos hace vivir por el interés y desde la hipocresía, perdiendo en muchos casos la dignidad personal y defendiendo valores volátiles.
  • Abandonar una promesa/compromiso/misión a medias porque parece que no es necesaria de cumplir “hasta el final”. Esta es la tentación de vivir una vida de mediocridad, de pasar nuestra vida “yendo a mínimos”, de olvidar o de incluso obviar el plan que Dios tiene para nosotros.

Jesucristo con su vida nos da las claves para vencerlas: En el desierto nos enseña a utilizar la Palabra de Dios para combatir las invitaciones de Satanás (Lc 4, 4,8,12) y en Getsemaní, nos enseña a confiar infinitamente en Dios y en su voluntad (Lc 22,42).

Pero como Él sabe de la fuerza de las tentaciones, de su recurrencia en nuestra vida (como dice Lucas, “el demonio se marchó hasta otra ocasión” Lc 4, 13) y de nuestra debilidad, nos regaló dentro del Padre Nuestro una petición extra de fuerzas a Dios para que “no nos permita caer en la tentación”. (de hecho, no dice que no haya tentación, sino que no caigamos en ella ;-))

En nuestro día a día estas tentaciones se presentan de las maneras más variopintas posibles y además, en muchos casos, disfrazadas como inocuas. Es por eso que en este diseño las hemos querido desenmascarar y las hemos representado como dragones, que es la forma que toma el maligno en el libro del Apocalipsis (Ap 12,3). Así cada tentación luce unos matices diferentes en la cabeza del dragón según su oferta:

  • El materialismo (M) tiene rasgos de color oro por que nos ofrece vivir solo de riquezas materiales,
  • El orgullo (O) los tiene rojos, porque es el que nos invita a endiosarnos.
  • El interés (I) tiene rasgos de color azul, porque es el que esclaviza al hombre a casi cualquier dueño.
  • La mediocridad (M) los tiene color plata, porque es el que nos invita a vivir una vida de segunda.

¿Qué podemos hacer ante estos adversarios? ¿Cómo les podemos vencer? Creo que esta canción de Alex Campos y Redimi2 (Soy soldado) resume a la perfección cómo funciona esa batalla y cómo necesitamos de Dios para poder derrotarla sistemáticamente. Además, el texto de este diseño, (Fail again? Start again) nos interpela a pensar cuándo y cómo caemos en la tentación. Así podremos aprender qué estrategias, enfoques u actitudes nos ayudan a estar fuertes ante la tentación (para repetirlos) y cuales nos conducen a caer en ella (para evitarlos).

Sin embargo, incluso en estas ocasiones de caída, nos debemos sentir afortunados porque la misericordia de Dios está abierta a nuestro arrepentimiento. Él, con la fuerza del sacramento de la Reconciliación, resetea nuestro expediente y nos permite volver limpios y con fuerzas de nuevo a la batalla. ¿No es ésta una ventaja extraordinaria que torna nuestro posible pesimismo en una esperanza plena?

Espero que este diseño, a priori tan poco católico te guste y te animes a lucirlo este verano para recordarte que con la gracia de Dios es posible vencer a la tentación de apartarnos de Él… y que además su gracia te da la esperanza de poder conseguirlo. Como diría Juan Pablo II, «el amor de Cristo siempre puede más».


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