La profecía de Simeón. (Lc 2, 25-38).
El “hágase” de María había permitido que Dios comenzara su obra salvadora en la tierra… aunque hasta este momento de la presentación en el templo, solo ella y José habían sido testigos de la gloria de Dios, no sólo a lo largo de su embarazo sino también en las circunstancias tan particulares del nacimiento de Jesús en Belén.
Aunque probablemente María, como judía, conocía las profecías alrededor del sufrimiento del Mesías, es durante la presentación en el templo de su hijo cuando el anciano Simeón se lo “recuerda”: Su misión como Madre de Jesús implica también ser su Madre Dolorosa, Madre cuyo corazón atravesarán siete espadas (en lo que se conoce como los siete dolores de la Virgen María, imagen habitual en las diferentes advocaciones dolorosas de la Virgen).
Este encuentro con Simeón es la primera de ellas. Las dos siguientes ocurren aun cuando Jesús era niño (la huida a Egipto y la pérdida de Jesús Niño en Jerusalén) y las otras cuatro durante la Pasión y Muerte de Jesús que celebraremos en pocas semanas (el encuentro con Jesús camino del calvario, la muerte de Cristo en la Cruz, el descendimiento del cuerpo de Jesús de la cruz y finalmente, cuando Jesús es sepultado).
¿Se puede describir de alguna manera el dolor de esas últimas “espadas”? Ver sufrir a un hijo o una hija es probablemente una de las peores experiencias vitales para un padre o una madre, no solo por la impotencia que genera sino por el profundo dolor que se arraiga en el alma, mezcla de no comprender la situación o de buscar culpables a dicho sufrimiento. ¿Cómo abordó eso María? No lo sabemos… pero creo que la canción de Martín Valverde “el diario de María” puede ser una buena aproximación. (la puedes escuchar aquí) .
La pregunta en este punto para una sociedad que huye del sufrimiento es… ¿vale la pena amar y sufrir o es mejor no sufrir y no amar? Y la respuesta que da María con su vida es clara.
No sólo vale la pena, sino que vale la vida. María juega sus cartas como reina del Amor (Reina de corazones en el diseño) a pesar de las siete espadas que la atraviesan el corazón (siete de espadas en el diseño). Como bien nos recuerda Pedro Rodríguez Ponga sj (aquí), «amar es saber que, si uno no muere el primero, verá morir al que ama. Visto sin fe, es una situación que puede generar ansiedad y que ni nos lo solemos plantear hasta que sucede. Visto con fe, aunque pueda generar tristeza por la pérdida, lo afrontamos desde la esperanza, sabiendo que la muerte no es el final, sino solo la puerta por la que tenemos que pasar si o si hacia la vida eterna, para la que hemos sido creados”.
Este es el sentido último de este diseño. Atrevernos a amar a pesar de las dificultades. Apostar por el amor sin condiciones y dejarnos en manos de Dios si, en el devenir de la vida, nos sorprende de manera abrupta alguna adversidad seria.
María nos enseña el camino: Ella que es la Reina del Amor, sufre «al 7 de espadas» durante su vida. Si a ella que es madre de Dios no se le ha ahorrado este sufrimiento, ¿Por qué nosotros vamos a tener vidas más sencillas? ¿Cómo podemos quejarnos nosotros de nuestras cruces? … Esa es la lógica de la frase que acompaña a este diseño ¿Lo pillas?
Si te gusta el diseño y quieres jugar tus cartas … no lo dudes y consíguelo en nuestra tienda online.
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